El gato

La casa que heredé después de la muerte de mi madre vino con el gato.

Odiaba a ese gato. El gato me odiaba a mí.

Pensé en deshacerme de él. Pero me fue imposible agarrarlo.

Con el tiempo aprendimos a convivir. Cada uno tenía un lugar delimitado de la casa.

Cada uno existía en ese espacio.

El problema se daba por las noches. Se subía a los pies de mi cama.

Invadía los límites que respetábamos durante el día. Inflaba el lomo. Aullaba.

Una noche tomé coraje y le hablé. Le pedí por favor que se fuera. Necesitaba descansar.

El espectro de mi madre no me respondió.

Se mantuvo en el pie de mi cama observando cómo el gato se retorcía.

Inflaba el lomo. Aullaba.

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